jueves, 29 de abril de 2010

LECTURA #5: CONDICIONES DEL DIÁLOGO

La calidad y profundidad de la comunicación no consiste en la abundancia de
palabras, sino en la capacidad de escucha y de relación.

El saber comunicar es un arte que se aprende, tejiendo los distintos hilos que componen la existencia. Pero eso requiere atención, esfuerzo, constancia.
Es preciso descubrir la importancia del silencio, como lugar fecundo y creativo donde brotan las propias opciones y se posibilita la acogida y aceptación del otro.

Para J. Lacroix (1968), desde una perspectiva personalista, “la persona es diálogo”. Por medio del diálogo la persona se conoce y se realiza en comunicación con los otros by consigo mismo. Dialogar es “comprometerse a pronunciar palabras que tengan un sentido”. El contenido del diálogo es la palabra que expresa algo verdadero que apunta hacia el descubrimiento de la verdad. Un diálogo auténtico y verdadero se asienta en la lucidez y la participación. Ser lúcido es ponerse al servicio de la verdad. Por su parte, la participación en el diálogo implica la manifestación personal de la actitud de empatía: sentir dentro el pensamiento del otro, más que conocerlo por una sola razón. Exige una comprensión afectiva , un situarse en el lugar del otro que me conmueve y obliga a una verdadera revisión de mi pensamiento. Dialogar, pues, es exponerse a las razones del otro, sentir la obligación de replantearse problemas, ideas, creencias, etc. por el influjo razonable del otro. Quien no ha vivido la posibilidad de esta especie de sacrificio de sí mismo, no es un interlocutor válido en cualquier diálogo humano.

El diálogo ocupa un lugar central en la ética discursiva, también llamada ética dialógica (Apel, 1991, Habermas, 1985). Se toma como punto de partida que un sujeto moral, afectado por una norma, no puede pronunciarse sobre su corrección o incorrección desligado del resto de los afectados, si no es a través de un diálogo que concluye en un consenso. La ética discursiva otorga al diálogo el papel principal de procedimiento adecuado para que los afectados por una norma tomen decisiones en condiciones de racionalidad y simetría.

En el diálogo, los participantes asumen los mismos derechos: autonomía, igualdad, solidaridad e imparcialidad, por lo que las decisiones sobre la corrección de las normas, en caso de que éstas sean erróneas, son siempre revisables. Las actitudes de quienes participan en el diálogo sólo pueden ir presididas por el interés “moral” de satisfacer intereses universalizables, nunca por el de satisfacer intereses particulares o de grupo. En otros términos, según la actitud que se lleva al diálogo, éste hará posible que las normas sean tomadas con corrección o no. De ahí que el ethos de los individuos sea condición de posibilidad de un diálogo moralmente aceptable. Las características de un ethos de diálogo se plasman en las siguientes actitudes (Cortina, A. 1993: 220-221): a) tener conocimiento de las necesidades, intereses y argumentaciones de los afectados por una norma, lo cual establece un doble plano del diálogo (intersubjetivo e intrasubjetivo); b) recabar toda la información posible que permita tomar decisiones moralmente correctas; c) informar con precisión y firmeza de las necesidades e intereses propios a los demás afectados, respaldado con argumentos; d) voluntad de satisfacer intereses universalizables y dejarse convencer sólo por la fuerza del mejor argumento, y e) estar dispuesto a tomar responsablemente la decisión considerada moralmente correcta.

Cuando dos individuos están en conflicto respecto a algo, caben dos posibilidades de diálogo: el recurso a la acción estratégica o, por el contrario, a la acción comunicativa. El diálogo en la acción estratégica se usa como herramienta al servicio de los intereses particulares del sujeto que habla; no hay acuerdo común, sino utilización del interlocutor como medio para satisfacer fines particulares. La acción comunicativa, por su parte, se sirve del diálogo para hacer posible el acuerdo. Los requisitos para que el diálogo permita la exposición de argumentos y la vía del acuerdo son: ausencia de violencia física, ausencia de otros tipos de coacción, garantías de que ambos disponen de las mismas posibilidades para hablar e igualdad en el dominio de las destrezas lingüísticas. Estos requisitos son agrupados bajo el rótulo de “situación ideal de habla” (Habermas) o también de “comunidad ideal de comunicación” (Apel).

To ello conlleva a un punto clave, estar dispuesto a buscar alternativas aceptables por todos los interlocutores, adoptarlas y ponerlas en práctica.

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