martes, 4 de mayo de 2010

Reflexión: "El actual escenario sociocultural mexicano"

El escenario actual sociocultural en mi país, Mexico, es bastante diverso, del mismo modo que sus especies biológicas y smius diversos factores abióticos.

México debido a su pasado histórico, pende de muchas cuerdas que lo sostienen y engrandecen porque ese pasado no es fruto de un logro trascendente exclusivamente económico absorbiendo a otras culturas para autodefinirse, sino más bien, surge del trabajo de todos sus ciudadanos a lo largo de la historia. Denigrar una cultura y a su sociedad es igual de tonto que mostrar a la propia como suprema e independiente de su medio. El punto central de percibir su estado sociocultural no es juzgarlo y compararlo con otras entidades, sino mirar sus recursos para hacerlo crecer de manera única sin copiar estándares de otras naciones por el simple hecho de que a ellos les funcione. Ello sería caer en un error garrafal. El escenario sociocultural se contruye día a día y no requiere copiar formas de otras naciones. No obstante, es casi imposible que ello suceda de manera absoluta, pero de la sociedad depende el evitar que suceda lo más posible.

Nuestro escenario actual consta de un bordado de telas disceminadas en la mesa de un sastre que se tejen con la ayuda de diferentes circunstancias, incluyendo al abundante pasado histórico, entre lenguas, edificaciones, sabiduría ancestral, códices, mestizaje..., hasta un presente que se ve dirigido por mormas que lo relacionan intrinsecamente con los demás para comprenderse como parte de una sociedad mundial y no de una cultura aislada.

Descubrir que cada ser humano tiene el derecho de autodefinirse en relación a otras culturas, denegando o no a la propia, lo que fundamental para comprender el desarrollo de cualquier cultura.


Reflexión: "La Universidad como un espacio para la cultura"

La universidad es una institución donde la pluralidad debe ser un elemento inamovible y elemental, debido a que en ella se desarrolla gente que desea realizar cambios en las estructuras de la sociedades si un marco que los limite, razón por la que se dedican al estudio de lo ya propuesto para cambiar ideas, crear nuevas y construir con todo ello nuevos caminos. De ningún modo este proceso pude llevarse a cabo sin alguna clase de cultura. Todo ser humano tiene la necesidad de mantener algún tipo de relación con una manifestación cultural, pudiéndola definir del siguiente modo:

"La cultura es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman. Como tal incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde otro punto de vista se puede decir que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser humano, los animales no poseen cultura debido a que no forman un sociedad real y esto se refleja en su permanencia en su modo de actuar, recordemos que para ser sociedad, además de la organización, se debe pasar por un proceso de transformación y superación a través del tiempo. El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del estudio de la sociedad, en especial para la antropología y sociología."

Dentro de una universidad, no esforzarse por conocer o crear esquemas culturales, es empobrecer la razón misma por la que se estudia, reduciendo a prácticamente nada la habilidad que como seres humanos tenemos para desarrollar ciencia con propósito, en contraposición con desarrollar ciencia sólo con un carácter que meramente satisfaga las necesidades económicas o políticas de un sector y no con un sentido multidimensional, como es fructífero hacer.

La universidad y sus integrantes se encuentran comprometidos a no olvidar sus raíces culturales e integrarlas, en todo caso, con las nuevas tendencias que se afirman a través del tiempo rechazando cuestiones caducas que ya no apliquen en las sociedades contemporáneas sólo cuando ello se haga no con ánimos de ignorar algo sustancial, sino sólo cuando en verdad no representen una modificación que sirva a intereses particulares.

Reflexión: "El orgullo de ser mexicano"

El orgullo se define como la sobrevaloración del yo respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo, situación o bien en alcanzar un status elevado y subvalorizar al contexto. Sin embargo, desde un punto positivo de vista, el orgullo como un acto de bella factura. En la filosofía objetivista de Ayn Raid, el orgullo es una de las tres virtudes principales y se define como estima apropiada de sí mismo que proviene de la ambición moral de vivir en plena consistencia con valores personales racionales. Para Nietzsche el orgullo es una virtud elevada, propia de hombres superiores, la cual conduce a una honestidad absoluta consigo mismo (lo cual hace imposible cualquier trampa o acto deshonesto), valentia y superacion constante siempre buscando estar por encima de los demas y no ocultarlo ante nadie.

La finalidad de definir orgullo va de la mano con entender el por qué yo debería sentir orgullo por mi país, México, en mi caso.

La definición inicial va enlazada con suponer un orgullo por uno mismo, pero profundizando el concepto, sentir orgullo puede no sólo ser de uno mismo, sino tambien de algo o alguien más. México puede ser ese algo por lo que sentir orgullo, pero ¿será posible sentir ello por México?... Como primer comentario puedo afirmar que sí, ya que mantengo lazos emocionales positivos con este, sin embrago, no todos son merecen esta categoría, por lo que independientemente de que en una conclusión afirmaría que estoy orgullosa por México, deja para mi mucho que decear cuando hago un análisis de sus deficiencias y carencias, llámese su sistema político, económico, su responsabilidad para con el medio ambiente así como la reciprocidad entre la gente que habita en él.

México es un país que cuenta con un pasado rico en acontecimientos históricos, pero con muchas fallas al finalizar cada suceso importante, los desenlaces en su mayoría son fatídicos en comparación con el esfuerzo de la gente. Igualmente es rico en recursos naturales, no obstante, no hemos sabido aprovechar todo ello de manera sustentable y provechosa para la mayoría de gente involucrada, lo que nos lleva a pensar, ¿cuál ha sido el error? y yo puedo decir que se ha debido a la mentalidad del propio mexicano.

Es cierto que la mayor parte de los avances que ha tenido nuestro país se deben a la clase media, la clase alta sólo se ha encargado de nutrirse a sí misma y no colabora de manera sustancial con las demás clases sociales, ofrecen despensas y bienes de consumo, igual que la hegemonía política, pero muy rara vez abren los caminos para que la gente de menores posibilidades de desarrollo busque su bienestar a su manera. Antes bien, lo que acabo de mencionar es una de las erroneas formas de pensar, el hecho de respaldarte en una idea egoista de la clase pudiente, es igual de irresponsable que todo lo que pueda ser mencionado.

La realidad es que cada integrante de la sociedad mexicana se ve intimamente relacionado con crear ese por qué de sentirse orgulloso por México, no me puedo no sentir orgulloso de un país por el que no muevo un dedo. Puedo hablar palabrería tras palabrería, juzgar todo los sistemas existentes y entregarme a criticar todo acto que hagan los demás por tratar de modificar las cosas, pero jamás dentro de esas circunstancias tendré el derecho de no sentir orgullo por mi país puesto que no hago nada sustancial.

El orgullo de ser mexicano se desarrolla en un ámbito de valoración de lo que geográfica, histórica y socialmente tiene nuestro país, así como de lo que hacen los demás y lo que hago yo mismo por mi nación.

DETERMINISMO Y LIBERTARISMO

DETERMINISMO: La tesis de que todo cuanto sucede está determinado absolutamente por las leyes que gobiernan los hechos; es decir, la tesis de que estas leyes sólo permiten que los hechos ocurran de una manera.

LIBERTARISMO: Para los libertarios, toda relación humana debe ser producto de pactos voluntarios y la fuerza sólo puede emplearse legítimamente contra otros de manera defensiva o ante el incumplimiento de un acuerdo (principio de no agresión).

Unidad 2, LECTURA #4: HAZ LO QUE QUIERAS

Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer; si, dos veces, lo siento, aunque te duela la cabeza... La primera vez que piensas el motivo de tu acción la respuesta a la pregunta "¿por qué hago esto?" es el tipo de las que hemos estudiado últimamente; lo hago porque me lo mandan, porque es costumbre hacerlo, porque me da la gana. Pero si lo piensas por segunda vez, la cosa ya varía. Esto lo hago porque me lo mandan, pero... ¿por qué obedezco lo que me mandan?, ¿por miedo al castigo?, ¿por esperanza de un premio?, ¿no estoy entonces como esclavizado porque quien da las órdenes sabe más que yo, ¿no sería aconsejable que procurara informarme lo suficiente para decidir por mí mismo? ¿Y si me mandan cosas que no me parecen convenientes, como cuando le ordenaron al comandante nazi eliminar a los judíos del campo de concentración?

¿Acaso no puede ser algo malo –es decir, no conveniente para mí- por mucho que me lo manden, o bueno y conveniente aunque nadie me lo ordene? Lo mismo sucede respecto a las costumbres. Si no pienso lo que hago más que una vez, quizá me baste la respuesta de que actúo así "porque es costumbre". Pero ¿por qué diablos tengo que hacer siempre lo que suele hacerse (o lo que suelo hacer)? ¡Ni que fuera esclavo de quienes me rodean, por muy amigos míos que sean, o de lo que hice ayer, antesdeayer y el mes pasado! Si vivo rodeado de gente que tiene la costumbre de discriminar a los negros y a mí eso no me parece ni medio bien, ¿por qué tengo que imitarles? Si he cogido la costumbre de pedir dinero prestado y no devolverlo nunca, pero cada vez me da más vergüenza hacerlo, ¿por qué no voy a poder cambiar de conducta y empezar desde ahora mismo a ser más legal? ¿Es que acaso una costumbre no puede ser poco conveniente para mí, por muy acostumbrada que sea? Y cuando me interrogo por segunda vez sobre mis caprichos, el resultado es parecido. Muchas veces tengo ganas de hacer cosas que en seguida se vuelven contra mí, de las que me arrepiento luego. En asuntos sin importancia el capricho puede ser aceptable, pero cuando se trata de cosas más serias dejarme llevar por él, sin reflexionar si se trata de un capricho conveniente o inconveniente, puede resultar muy poco aconsejable, hasta peligroso: el capricho de cruzar siempre los semáforos en rojo a lo mejor resulta una o dos veces divertido pero ¿llegaré a viejo si me empeño en hacerlo día tras día? En resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Sería un poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las costumbres, como también a todos los caprichos, porque a veces resultarán convenientes o agradables.

Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo, Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo. Cuando se es un niño pequeño, inmaduro, con poco conocimiento de la vida y de la realidad, basta con la obediencia , la rutina o el caprichito. Pero es porque todavía se está dependiendo de alguien, en manos de otro que vela por nosotros. Luego hay que hacerse adulto, es decir, capaz de inventar en cierto modo la propia vida y no simplemente de vivir la que otros han inventado para uno. Naturalmente, no podemos inventarnos del todo porque no vivimos solos y muchas cosas se nos imponen queramos o no Pero entre las órdenes que se nos dan, entre las costumbres que nos rodean o nos creamos, entre los caprichos que nos asaltan, tendremos que aprender a elegir por nosotros mismos. No habrá más remedio, para ser hombres y no borregos (con perdón de los borregos), que pensar dos veces lo que hacemos. Y si me apuras, hasta tres y cuatro veces en ocasiones señaladas.

La palabra "moral" etimológicamente tiene que ver con las costumbres, pues eso precisamente es lo que significa la voz latina mores, y también con las órdenes , pues la mayoría de los preceptos morales suenan así como "debes hacer tal cosa" o "ni se te ocurra hacer tal otra". Sin embargo, hay costumbres y órdenes –como ya hemos vistoque pueden ser malas, o sea "inmortales", por muy ordenadas y acostumbradas que se nos presenten. Si queremos profundizar en la moral de verdad, si queremos aprender en serio cómo emplear bien la libertad que tenemos (y en este aprendizaje consiste precisamente la "moral" o "ética" de la que estamos hablando aquí), más vale dejarse de órdenes, costumbres y caprichos. Lo primero que hay que dejar claro es que la ética de un hombre libre nada tiene que ver con los castigos ni los premios repartidos por la autoridad que sea, autoridad humana o divina, para el casi es igual. El que no hace más que huir del castigo y buscar la recompensa que dispensan otros, según normas establecidas por ellos, no es mejor que un pobre esclavo. A un niño quizá le basten el palo y la zanahoria como guías de su conducta, pero para alguien crecidito es más bien triste seguir con esa mentalidad. Hay que orientarse de otro modo.

Por cierto, una aclaración terminológica. Aunque yo voy a utilizar las palabras moral y ética como equivalentes, desde un punto de vista técnico no tiene idéntico significado. Moral es el conjunto de comportamientos y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes. Pero en fin, aquí seguiré usando una u otra palabra indistintamente, siempre como arte de vivir.

"La ética humanista, en contraste con la ética autoritaria, puede distinguirse de ella por un criterio formal y otro material. Formalmente se basa en el principio de que solo el hombre por sí mismo puede determinar el criterio sobre virtud y pecado, y no una autoridad que lo trascienda. Materialmente se basa en el principio de que lo “bueno” es aquello que es bueno para el hombre y “malo” lo que le es nocivo, siendo el único criterio de valor ético el bienestar del hombre" (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

"Pero aunque la razón basta cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para instruirnos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es más que una tendencia hacia un cierto fin; si el fin nos fuese totalmente indiferente, sentiríamos la misma indiferencia por los medios. Es preciso necesariamente que un sentimiento se manifieste aquí, para hacernos preferir las tendencias útiles a las tendencias dañinas. Ese sentimiento no puede ser más que una
simpatía por la felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los diferentes fines que la virtud y el vicio tiene tendencia a promover. Así pues, la razón nos instruye acerca de las diversas tendencias de las acciones y la humanidad hace una distinción a favor de las tendencias útiles y beneficiosas" (David Hume, Investigación sobre los principios de la moral).

Unidad 2, LECTURA #3: ÓRDENES, COSTUMBRES Y CAPRICHOS

Por lo general, uno no se pasa la vida dando vueltas a lo que nos conviene o no nos conviene hacer. Si vamos a ser sinceros, tendremos que reconocer que la mayoría de nuestros actos los hacemos casi automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al asunto. Recuerda conmigo, por favor, lo que has hecho esta mañana. A una hora indecentemente temprano ha sonado el despertador y tú, en vez de estrellarlo contra la pared como te apetecía, has apagado la alarma. Te has quedado un ratito entre las sábanas, intentando aprovechar los últimos y preciosos minutos de comodidad horizontal. Después has pensado que se te estaba haciendo demasiado tarde y el autobús para el cole no espera, de modo que te has levantado con santa resignación.

Ya se que no te gusta demasiado lavarte los dientes pero como te insisto tanto para que lo hagas has acudido entre bostezos a la cita con el cepillo y la pasta. Te has duchado casi sin darte cuenta de lo que hacías, porque es algo que ya pertenece a la rutina de todas las mañanas. Luego te has bebido el café con leche y te has tomado el habitual pan con mantequilla. Después, a la dura calle. Mientras ibas hacia la parada del autobús repasando mentalmente los problemas de matemáticas -¿no tenías hoy control?- has ido dando patadas distraídas a una lata vacía de coca-cola. Más tarde el autobús, el colegio, etc.



Francamente, no creo que cada uno de estos actos los hayas realizado tras angustiosas meditaciones: ¿Me levanto o no me levanto? ¿Me ducho o no me ducho? ¡Desayunar o no desayunar, ésa es la cuestión! La zozobra del pobre capitán de barco a punto de zozobrar, tratando de decidir a toda prisa si tiraba por la borda la carga o no, se parece poco a tus soñolientas decisiones de esta mañana. Has actuado de manera acaso instintiva, sin plantearte muchos problemas, En el fondo resulta lo más cómodo y lo más eficaz, ¿no? A veces darle demasiadas vueltas a lo que uno va a hacer nos paraliza. Es como cuando echas a andar : si te pones a mirarte los pies y a decir ahora, el derecho; luego, el izquierdo, etc., lo más seguro es que pegues un tropezón o que acabes parándote. Pero yo quisiera que ahora, retrospectivamente, te preguntaras lo que no te preguntaste esta mañana. Es decir: ¿por qué he hecho lo que hice?, ¿por qué ese gesto y no mejor el contrario o quizá otro cualquiera?
Supongo que esta encuesta te indignará un poco. ¡Vaya! ¿Qué por qué tienes que levantarte a las siete y media, lavarte los dientes e ir al colegio? ¿Y yo te pregunto? ¡Pues precisamente porque yo me empeño en que lo hagas y te doy la lata de mil maneras, con amenazas y promesas, para obligarte! ¡Si te quedases en la cama menudo jaleo te montaría! Claro que algunos de los gestos reseñados, como ducharte o desayunar, los realizas ya sin acordarte de mí, porque son cosas que siempre se hacen al levantarse, ¿no?, y que todo el mundo repite. Lo mismo que ponerse pantalones en lugar de ir en calzoncillos, por mucho que apriete el calor... En cuanto a lo de tomar el autobús, bueno, no tienes más remedio que hacerlo para llegar a tiempo, porque el colegio está demasiado lejos como para ir andando y no soy tan espléndido para pagarte un taxi de ida y vuelta todos los días. ¿Y lo de pagarle patadas a la lata? Pues eso lo haces porque sí, porque te da la gana.

Vamos a detallar entonces la serie de diferentes motivos que tienes para tus comportamientos matutinos. Ya sabes lo que es un motivo en el sentido que recibe la palabra en este contexto: es la razón que tienes o al menos crees tener para hacer algo, la explicación más aceptable de tu conducta cuando reflexionas un poco sobre ella. En una palabra: la mejor respuesta que se te ocurre a la pregunta ¿por qué hago eso?. Pues bien, uno de los tipos de motivación que reconoces es el de que yo te mando que hagas tal o cual cosa. A estos motivos les llamaremos órdenes. En otras ocasiones el motivo es que sueles hacer siempre ese mismo gesto y ya lo repites casi sin pensar, o también el ver que a tu alrededor todo el mundo se comporta así habitualmente: llamaremos costumbres a este juego de motivos. En otros casos -los puntapiés a la lata, por ejemplo- el otivo parece ser la ausencia de motivo, el que te apetece sin más, la pura gana. ¿Estás de acuerdo en que llamemos caprichos al por qué de estos comportamientos? Dejo de lado los motivos más crudamente funcionales es decir los que te inducen a aquellos gestos que haces como puro y directo instrumento para conseguir algo: bajar la escalera para llegar a la calle en lugar de saltar por la ventana, coger el autobús para ir al cole, utilizar una taza para tomar tu café con leche, etc.

Nos limitaremos a examinar los tres primeros tipos de motivos, es decir las órdenes, las costumbres y los caprichos. Cada uno de esos motivos inclina tu conducta en una dirección u otra , explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las otras muchas cosas que podrías hacer. La primera pregunta que se me ocurre platear sobre ellos es: ¿de qué modo y con cuánta fuerza te obliga a actuar cada uno? Porque no todos tienen el mismo peso en cada ocasión. Levantarte para ir al colegio es más obligatorio que levarte los dientes o ducharte y creo que bastante más que dar patadas a la lata de coca-cola; en cambio, ponerte pantalones o al menos calzoncillos por mucho calor que haga es tan obligatorio como ir al cole, ¿no? Lo que quiero decirte es que cada tipo de motivos tiene su propio peso y te condiciona a su modo. Las órdenes, por ejemplo, sacan fuerza, en parte, de miedo que puedes tener a las terribles represalias que tomaré contra ti si no me obedeces; pero también, supongo, al afecto y la confianza que me tienes y que te lleva a pensar que lo que te mando es para protegerte y mejorarte o, como suele decirse con expresión que te hace torcer el gesto, por tu bien. También desde luego porque esperas algún tipo de recompensa si cumples como es debido: paga, regalos, etc. Las costumbres, en cambio, vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina en ciertas ocasiones y también de tu interés de no contrariar a los otros, es decir de la presión de los demás. También en las costumbres hay algo así como una obediencia a ciertos tipos de órdenes: piensa, por poner otro ejemplo, en las modas. ¡La cantidad de cazadoras, zapatillas, chapas, etc., que tienes que ponerte porque entre tus amigos es costumbre llevarlas y tú no quieres desentonar!

Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte permiso. En cambio, los caprichos te salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie te los mande ni a nadie en principio creas imitarlos. Yo supongo que si te pregunto que cuándo te sientes más libre, al cumplir órdenes, al seguir la costumbre o al hacer tu capricho, me dirás que eres más libre al hacer tu capricho, porque es una cosa más tuya y que no depende de nadie más que de ti. Claro que vete a saber: a lo mejor también el llamado capricho te apetece porque se lo imitas a alguien o quizá brota de una orden pero al revés, por ganas de llevar la contraria, unas ganas que no se te hubieran despertado a ti solo sin el mandato previo que desobedeces... En fin, por el momento vamos a dejar las cosas aquí, que por hoy ya es lío suficiente.

Pero antes de acabar recordemos como despedida otra vez aquel barco griego en la tormenta al que se refirió Aristóteles. Ya que empezamos entre olas y truenos bien podemos acabar lo mismo, para que el capítulo resulte capicúa. El capitán del barco estaba, cuando lo dejamos, en el trance de arrojar o no la carga por la borda para evitar el naufragio. Desde luego tiene orden de llevar las mercancías a puerto, la costumbre no es precisamente tirarlas al mar y poco le ayudaría seguir sus caprichos dado el berenjenal en que se encuentra. ¿Seguirá sus órdenes aun a riesgo de perder la vida y la de toda su tripulación? ¿Tendrá más miedo a la cólera de sus patronos que al mismo mar furioso? En circunstancias normales puede bastar con hacer lo que le mandan a uno, pero a veces lo más prudente es plantearse hasta qué punto resulta aconsejable obedecer... Después de todo, el capitán no es como las termitas, que tiene que salir en plan kamikaze quieran o no porque no les queda otro remedio que obedecer los impulsos de su naturaleza.

Y si en la situación en que está las órdenes no le bastan, la costumbre todavía menos. La costumbre sirve para lo corriente, para la rutina de todos los días. ¡Francamente, una tempestad de alta mar no es momento para andarse con rutinas! Tú mismo te pones religiosamente pantalones y calzoncillos todas las mañanas, pero si en caso de incendio no te diera tiempo tampoco te sentirías demasiado culpable. Durante el gran terremoto de México de hace pocos años un amigo mío vio derrumbarse ante sus propios ojos un elevado edificio; acudió a prestar ayuda e intentó sacar de entre los escombros a una de las víctimas, que se resistía inexplicablemente a salir de la trampa de cascotes hasta que confesó: Es que no llevo nada encima... ¡Premio especial del jurado a la defensa intempestiva del taparrabos! Tanto conformismo ante la costumbre vigente es un poco morboso ¿no? Cuando las cosas están de veras serias hay que inventar y no sencillamente limitarse a seguir la moda o el hábito... Tampoco parece que sea ocasión propicia para entregarse a los caprichos. Si te dijeron que el capitán de ese barco tiró la carga no porque lo considerase prudente, sino por capricho (o que la conservó en la bodega por el mismo motivo), ¿qué pensarías? Respondo por ti: que estaba un poco loco. Arriesgar la fortuna o la vida sin otro móvil que el capricho tiene mundo de chaladura, y si la extravagancia compromete la fortuna o la vida del prójimo merece ser calificada aún más duramente. ¿Cómo podría haber llegado a mandar un barco semejante antojadizo irresponsable? En momentos tempestuosos a la persona sana se le pasan casi todos los caprichitos y no le queda sino el deseo intenso de acertar con la línea de conducta más conveniente, o sea: más racional.

¿Se trata entonces de un simple problema funcional, de encontrar el mejor medio para llegar sanos y salvos a puerto? Vamos a suponer que el capitán llega a la conclusión de que para salvarse basta con arrojar cierto peso al mar, sea peso en mercancías o sea peso en tripulación. Podría entonces intentar convencer a los marineros de que tirasen por la borda a los cuatro o cinco más inútiles de entre ellos y así de este modo tendrían una buena oportunidad de conservar las ganancias del flete. Desde un punto de vista funcional, a lo mejor era ésta la mejor solución para salvar el pellejo y también para asegurar las ganancias... Sin embargo, algo me resulta repugnante en tal decisión y supongo que a ti también. ¿Será porque me han dado la orden de que tales cosas no deben hacerse, o porque no tengo costumbre de hacerlas o simplemente porque no me apetece –tan caprichoso soy- comportarme de esa manera?

Perdona que te deje en un suspense digno de Hitchcok, pero voy a decirte para acabar qué es lo que a la postre decidió nuestro zarandeado capitán. ¡Ojalá acertase y tuviera ya buen viento hasta volver a casa! La verdad es que cuando pienso en él me doy cuenta de que todos vamos en el mismo barco... Por el momento, nos quedaremos con las preguntas que hemos planteado y esperemos que vientos favorables nos lleven hasta el próximo capítulo, donde volveremos a encontrarlas e intentaremos empezar a responderlas.

[...]
Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso (Aristóteles, Ética para Nicómaco).

En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis). Sólo disponemos de cuatro principios de la moral:

1) El filosófico: haz el bien por el bien mismo, por respeto a la ley.
2) El religioso: hazlo porque es la voluntad de Dios, por amor a Dios.
3) El humano: hazlo porque tu bienestar lo requiere, por amor propio.
4) El político: hazlo porque lo requiere la prosperidad de la sociedad de la que
formas parte, por amor a la sociedad y por consideración a ti (Lichtenberg,
Aforismos).

"No hemos de preocuparnos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma. La vida es larga si es plena; y se hace plena cuando el alma ha recuperado la posesión de su bien propio y ha transferido a sí el dominio de sí misma".