martes, 26 de enero de 2010

LECTURA #1: CONCEPTO, DISCURSO Y UNIVERSO DE LA ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL.

El objetivo de la educación
no es dar al alumno
unos conocimientos cada
vez más numerosos,
sino crear en él un estado
interior y profundo,
una especie de polaridad del
alma que le oriente
en un sentido definido no
sólo durante su juventud,
sino para la vida entera.
E. Durkheim


Nuestro momento histórico, finales del siglo XX y principios del XXI, está caracterizado por formas de organización cada vez más complejas, marcadas por el cambio acelerado y la globalización de los mercados que generan grandes contrastes sociales. Hoy conviven la alta tecnología con la extrema pobreza, las formas de vida tradicionales se desarrollan a la par con los nuevos signos de la mundialización; los espectaculares avances técnicos y científicos están al alcance de unos cuantos y el exterminio del planeta se presenta como una amenaza latente.

Es por ello que en las universidades es necesario hacer notar la importancia del desarrollo de la sensibilidad frente a la injusticia y los abusos de poder a fin de
organizar una acción colectiva con medios legítimos y pacíficos. Dice Freire que la verdadera educación termina siempre siendo una autoeducación, porque aprender quiere decir encontrar un significado vital en lo aprendido.

Podemos afirmar que las culturas constituyen puntos de referencia desde donde se contempla y comprende la realidad.

Es importante valorar nuestra pertenencia a una cultura en particular, pero al mismo tiempo reconocer el derecho a una pluralidad de manifestaciones, perspectivas o representaciones del mundo que ponen de manifiesto la riqueza de las posibilidades humanas. No debes perder de vista que ninguna cultura es superior o perfecta, pues todas están en constante transformación. Cada cultura tiene sus carencias específicas, sus cualidades, sus insuficiencias y sus cegueras, y es en este punto en donde es preciso tener particular cuidado pues existe siempre el peligro de considerar una sola perspectiva, como la perspectiva, es decir como el único modo posible de ver e interpretar el mundo; encontramos en esta actitud el origen de los fundamentalismos, los totalitarismos y de todos los intentos que a través de la historia han querido negar la libertad humana.

El pensamiento crítico se refiere al desarrollo de habilidades para pensar bien, en forma coherente y ordenada, el pensamiento crítico es riguroso, se basa en criterios.

El pensamiento crítico es también autocorrectivo, es decir, capaz de hacer una revisión del propio proceso de pensar, además supone la sensibilidad al contexto, entendida como la capacidad de estar atentos al mundo de las emociones que siempre se ponen en juego en el proceso de pensar y decidir. Pensar, sentir y actuar no pueden estar disociados, de ser así corremos el riesgo de tener una interpretación fragmentada de la realidad que es un entramado complejo en el cual la suma de las partes no es igual al conjunto en su totalidad.

La idea de cultura en la animación sociocultural parte del concepto de ésta propio de la antropología cultural. Es decir, un concepto mucho más amplio que el anterior, que lo incluye pero no se agota en él. Es el concepto que sigue estando muy bien expresado en la definición – todavía canónica – que estableció en 1871 el antropólogo británico Edwuard B. Tylor: cultura es aquel todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, leyes, moral, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad (Tylor, 1871).

La idea de cultura bajo esa concepción antropológico-cultural, se refiere pues a todo aquello - conocimientos, valores, tradiciones, costumbres, procedimientos y técnicas, normas y formas de relación...- que se transmiten y adquieren a través del aprendizaje. Es la información que se transfiere socialmente y no genéticamente.

Una clasificación sencilla, pero muy idónea para nuestro propósito, es la que distingue los tres tipos de cultura siguientes: cultura oficial o dominante, cultura de masas y cultura popular.

Uno de los caballos de batalla de la animación sociocultural ha sido precisamente la lucha contra una serie de contenidos y funciones que se ha visto representados en la cultura de masas: consumismo, imperialismo cultural, penetración de determinadas ideologías y valores rechazables, etc., etc. Así pues, si la animación sociocultural se ha movilizado en contra de las culturas "oficial" y "de masas", su propuesta afirmativa debía encontrar otro referente cultural: y tal ha sido, por lo general, la "cultura popular".

Se ha distinguido – a veces con excesiva radicalidad, como veremos – entre la animación sociocultural y la difusión cultural; es más, se ha presentado la primera como una alternativa a la segunda. Una cosa es tomar a los individuos y comunidades como meros receptores de la cultura (difusión), y otro asunto es pretender hacer de ellos agentes activos de ésta (animación).

Explicaban E. Grosjean y H. Ingeberg (1980; p. 98) que la primera reposa en un concepto patrimonialista de la cultura. La cultura se considera como algo ya establecido que hay que acercar a la población. Democratizar la cultura es algo así como elevar el nivel cultural de las masas. No cabe duda de que tal cosa supone en sí misma una legítima y democratizadora aspiración. Pero, con ello, la cultura puede seguir siendo algo que se genera al margen de quienes habrán de ser sus receptores. La cultura es un patrimonio que hay que conservar y difundir, pero cuya producción sigue estando en manos de sectores muy minoritarios del conjunto social. Se democratiza el consumo cultural, pero la definición y la creación de la cultura sigue siendo elitista. La democracia cultural, por su parte, expresaría una opción distinta. Según los autores que acabamos de citar, se trata de poner en tela de juicio la noción patrimonial de la cultura, y en consecuencia la política de más amplia repartición de sus beneficiarios, para reemplazarla por un concepto que confía la definición de la cultura a la misma población. Cuando los expertos afirman que la animación sociocultural implica la aceptación de la democracia cultural, advierten de manera absolutamente clara a los responsables políticos que sus acciones sólo tienen sentido dentro de la perspectiva de hacer de cada uno no solamente un beneficiario de la cultura adquirida, sino, sobre todo, dueño de la definición de esta cultura considerada como movimiento (Grosjean e Ingberg, 1980, p. 81). La animación sociocultural será, así, el instrumento de la
democracia cultural más que de la sola democratización de la cultura. No es un medio para difundir ésta, sino una forma de catalizar la potencialidad de las comunidades para generarla.

La democracia cultural no está reñida con la versión clásica de la democratización de la cultura; en todo caso, constituyen dos vertientes complementarias que deben integrarse en las políticas culturales. Precisamente, para superar esta falsa antinomia algunos autores tienden a utilizar la expresión desarrollo cultural, que englobaría ambas formas complementarias de trabajar con la cultura.

Algunos, por ejemplo, y con cierta razón, preferirían hablar de dinamización sociocultural, puesto que parece que en animar se parte de cero, mientras que en dinamizar se trata de acelerar o catalizar algo que ya existe o es incipiente.

Como puede verse, pocas cosas hay social y culturalmente deseables que alguien no se haya propuesto conseguir (o ayudar a conseguir) mediante la animación sociocultural: desde finalidades tan genéricas como la transformación de la sociedad o la formación integral de la persona, hasta propósitos tan radicales como la autogestión social, pasando por formulaciones tan concretas como dar a conocer el folklore.

El conjunto de acciones realizadas por individuos, grupos o instituciones sobre una comunidad (o un sector de la misma) y en el marco de un territorio concreto, con el propósito principal de promover en sus miembros una actitud de participación activa en el proceso de su propio desarrollo tanto social como cultural.

CUADRO 1.3

b) Enunciados que enfatizan la dimensión social:
- Desarrollo social.
- Desarrollo comunitario.
- Transformación social.
- Concienciación.

12 También esta ordenación parte del trabajo citado en la nota anterior. Hemos modificado un tanto la sistematización que las autoras proponían y también hemos ampliado el número de enunciados.

- Ayudar a tomar postura.
- Movilizar.
- Ayudar a los oprimidos, marginados...
- Igualdad social.
- Reconstruir la conciencia colectiva.
- Mejorar la calidad de vida.

Promover una actitud participativa reside, a nuestro entender, la dimensión más inequívocamente educada de la animación sociocultural.

En cierto modo, la utopía de la animación sociocultural consistiría en lograr que ella misma consiguiera llegar a ser innecesaria; que la función que en un momento dado cumple de una forma especializada llegara a difuminarse de tal manera en el tejido social que sobraran profesionales y actuaciones específicas: el mejor animador sociocultural sería, en definitiva, aquel que lograra que la comunidad pudiera prescindir de sus servicios. De todos modos, la utopía está todavía lejos y al menos hasta entonces la animación sociocultural seguirá teniendo cosas que hacer.

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